lunes, 17 de noviembre de 2008

Uruguay 2004 y la crítica cinematográfica

URUGUAY 2004 Y LA CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA

por Alvaro Sanjurjo-Toucon

El Uruguay, pequeño país sudamericano ubicado sobre el Océano Atlántico y el Río de la Plata -entre Argentina y Brasil- posee una población de alrededor de tres millones de habitantes, de los cuales un millón trescientos ochenta mil residen en su capital, Montevideo, situada sobre su costa sur.
No existe en el país ninguna otra ciudad que supere los cien mil habitantes. La mayoría de las cuales carece de salas cinematográficas.
En Montevideo, hoy funciona medio centenar de salas de estreno, más de la mitad de las cuales se nuclean en tres “shopping center” ubicados en zonas de alto poder adquisitivo..
El mayor número de espectadores corresponde al año 1953 (21 millones en todo el país, 19 en la capital, cuando esta contaba con 821 mil habitantes). Actualmente en Montevideo se registran unos dos millones de espectadores anuales. Cantidad aproximada ya que comprende a las salas de algunas “industrias culturales” –la cinemateca y un cineclub- cuya asistencia es estimativa. La asistencia al cine en otras zonas del país es ínfima.

Inicios y cambios

Ya en los años 20 y 30 del siglo pasado irrumpen en diferentes publicaciones uruguayas críticas cinematográficas firmadas por figuras de relevante prestigio en el medio intelectual. Y es en los años 50 y 60 cuando esa crítica cinematográfica alcanza su máxima incidencia que casualmente coincide con el período de mayor prestigio.
En la década del 70 la imperante dictadura militar hace sentir sus efectos bajo diversas formas que incluyen la censura y ello, sumado a la disminución de espectadores (menos de un millón por año), provoca una desvalorización de la crítica cinematográfica que no obstante prosigue su labor.
Restaurada la democracia (1985) se experimenta un paulatino cambio en la modalidad de explotación comercial del cine con la irrupción de los “multicines”, donde se ofrece calidad de proyección y sonido, así como confortables instalaciones, sustituyéndose de esa manera las viejas grandes salas en franco y decadente deterioro. El repunte en la cantidad de espectadores es reflejo de este fenómeno y difícilmente pueda atribuirse a la crítica cuya acción, por diversos motivos, se torna sumamente restringida.
Hoy en el país existen cuatro diarios de circulación nacional (“El Observador”, “Ultimas Noticias”, “La República” y “El País”), tres semanarios (“Brecha”, “Búsqueda” y “Crónicas Económicas”), una revista también semanal (“Caras y Caretas”), y cuatro canales públicos de televisión (tres privados: “Teledoce”, “Canal 10” y “Montecarlo Televisión”, y uno estatal: “Tveo”) con alcance sobre todo el territorio. A su vez en Montevideo funcionan unas 25 radioemisoras de AM y aproximadamente la mitad en FM. En casi todos esos medios existe la crítica cinematográfica.

Diarios y Semanarios

La totalidad de la prensa escrita posee su sección dedicada al cine, cada una con un particular enfoque del hecho cinematográfico, y en algunos casos con visibles divergencias internas.
Solamente uno de los cuatro diarios supera un día a la semana los cuarenta mil ejemplares, y los restantes diarios, al igual que los semanarios, poseen un tiraje que difícilmente sobrepase los diez mil ejemplares; y más bien está bastante por debajo de esa cifra. (Estos datos son pasibles de controversia ya que se carece de control efectivo al respecto).
La crítica publicada por los semanarios obedece rigurosamente a la opinión de sus diferentes redactores, sin que pueda establecerse una alineación estética o ideológica determinada. Ello deviene en garantía de independencia de opinión. Saludable criterio que permite a cada lector guiarse por el crítico con el cual mejor se identifica. Pero diarios y semanarios no son objeto de consumo masivo en una país donde la pauperización ha avanzado y el número de lectores decrece progresivamente.
Cabe recordar que décadas atrás (años 50 y 60) la prensa escrita era objeto de consumo masivo y sus páginas de espectáculos alternaban entre la absoluta independencia respecto a la orientación política e ideológica de los propietarios de los medios (los diarios en Uruguay fueron y son voceros de grupos políticos y/o económicos) y la adhesión a postulados fácilmente identificables. Básicamente, la crítica del período referido puede dividirse en dos nítidos sectores: el de los críticos marxistas y el de los no marxistas (poseyendo estos últimos las más diversas orientaciones estéticas) . A su vez eran tiempos en que la crítica incidía notoriamente en la taquilla.
Hoy, la situación de la crítica ha experimentado considerables modificaciones. De los cuatro diarios existentes, uno de ellos se caracteriza por la adhesión religiosa (católica opusdeísta) manifestada por su director y propietario, la que puede detectarse en el juicio acerca de determinados films, especialmente aquellos cuya temática aborda lo sexual y/o religioso. Otro diario opta por un criterio mayoritariamente informativo, predominando las “notas de prensa” retocadas, desplazando a críticas que no se publican o aparecen tardíamente. Un tercer periódico publica las notas críticas con frecuente retraso, omitiendo algunos films, y sin concederles el espacio necesario. Y el cuarto diario, y el más importante, posee una amplia cobertura sobre cine pero con ciertas peculiares características. Los propietarios del periódico están directa o indirectamente ligados por vínculos familiares y/o comerciales con uno de los canales privados de televisión y con una empresa uruguaya representante de varios e importantes sellos cinematográficos norteamericanos. Esto da lugar a una página en la cual coexisten críticos rigurosos con otros más complacientes, y abundante presencia de notas informativas que no son sino las ya señaladas “notas de prensa” (“pressbook”) a las que se suaviza su estilo netamente propagandístico. En consecuencia la página carece de coherencia y obliga al lector a una valoración del material impreso en función de la firma que lo avala.

Las radios

Si el número de radioemisoras es desmesurado para su posible audiencia, la cantidad de espacios dedicados al cine en las mismas torna a este asunto en algo realmente surrealista. Prácticamente la mitad de las radioemisoras poseen espacios dedicados a la crítica de cine, y algunas de ellas más de dos programas diferentes. Esta atomización minimiza en grado superlativo su incidencia sobre el público. A su vez en estos programas coexisten unos pocos críticos cinematográficos de reconocida trayectoria y sólidos conocimientos, con aquellos que son mayoría y solamente se limitan a ofrecer opiniones carentes del fundamento que otorga un profundo conocimiento del hecho cinematográfico. Sobre el particular conviene reproducir la frase escuchada al propietario de una radioemisora: “En este país los dueños de las radios determinamos quienes pueden ser críticos de cine”. El hecho –trasladable a todos los medios de difusión- es dolorosamente cierto. Entre quienes se denominan críticos existen los nucleados en torno a la “Asociación de Críticos Cinematográficos del Uruguay – Sección Uruguaya de Fipresci”- y aquellos que no pertenecen a entidad profesional alguna. Pero a su vez la agrupación que reúne a los críticos carece de fuerza para rechazar por falta de idoneidad a sus posibles asociados, siendo único requisito para afiliarse a la misma “hablar o escribir sobre cine en algún medio local”.
Esta permisividad coloca en un mismo nivel a críticos profesionales con sólida formación, y a quienes son solamente “amantes del cine” o simples espectadores carentes de especialización.

La televisión

Los cuatro canales públicos de televisión (uno estatal y tres privados) ofrecen crítica cinematográfica. En el canal estatal, donde productores privados contratan espacios, la crítica cinematográfica suele entremezclarse con publicidad –de films y videos- y la evaluación de los estrenos se sumerge en una zona nebulosa.
Dos de los tres canales privados insertan la crítica de cine dentro de los telediarios. En un caso esta es desempeñada por un publicitario del cine, ofreciéndose opiniones mínimas y abundante información comercial. En otro canal –cuyos propietarios, como ya señalamos, poseen vínculos con un diario y una empresa representante de sellos estadounidenses- abundan las notas y entrevistas dedicadas a “estrellas” y “rodajes”, mientras que los juicios críticos apuntan casi constantemente al ditirambo y en muy contadas ocasiones aparecen opiniones cuestionadoras. Mientras que el canal restante ubica su espacio de crítica cinematográfica dentro de un programa matutino, y si bien las opiniones son vertidas con absoluta independencia, el tiempo destinado a las mismas suele ser menos extenso de lo deseable.
En cuanto a su condición de productores de los espacios de crítica cinematográfica, los canales privados de televisión priorizan la presencia de imágenes de los films en cuestión, siendo en definitiva estas las que dentro de determinados límites establecen la disponibilidad de tiempo en el aire.
Con reparos o sin ellos, siendo independientes o complacientes, quienes actúan en el medio televisivo son indudablemente los comunicadores del hecho cinematográfico con mayor alcance y repercusión. Circunstancia que no otorga a la crítica cinematográfica en televisión especial incidencia cuando el espectador debe optar por alguna de las opciones de la cartelera..
En la prensa escrita son varios (de dos a cuatro) los críticos que actúan dentro de las respectivas secciones cinematográficas, mientras que en los programas radiales y televisivos esta tarea está a cargo de una única persona en cada uno de los diferentes espacios.


Conclusiones

El Uruguay posee una fuerte tradición en cuanto a la existencia de críticos cinematográficos que abordan con profesionalismo y responsabilidad su tarea. Pero no son necesariamente ellos quienes ocupan los lugares de la crítica cinematográfica en los medios de difusión.
La crítica –especialmente en televisión- ha debido tener presente que el público al cual se dirige es menos receptivo que en el pasado para cuanto signifique opinión y análisis. Lectores, radioescuchas y telespectadores buscan mayoritariamente información ligeramente crítica a propósito de los estrenos de la semana.
Ante la interrogante de si la crítica cinematográfica posee influencia en los espectadores del Uruguay de hoy, la respuesta es positiva solamente en forma parcial y respecto a un sector minoritario del total de asistentes a los cines.
Al tiempo que buena parte la crítica ha “popularizado” sus manifestaciones, son inexistentes, por carecer de viabilidad, las publicaciones especializadas. Factores que inciden negativamente en la formación de espectadores selectivos y también de nuevas generaciones de críticos.
Un país donde la crisis en sus más vastas acepciones se ha tornado en forma habitual de existencia, no puede pretender una crítica cinematográfica y unos espectadores que escapen a esa constante.

Alvaro Sanjurjo-Toucon

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